¡Pium!

Deja de meterte en mi sistema locomotor; que haces que solo quiera escribir de ti cuando mi mente te mata cada vez que apareces. Por eso lucharé contra mí, que a la vez es contra alguien como tú, y déjame matarte con la mejor arma que es escribir. 

No te deseo el mal, ni que te conviertas en el objeto de otra arma loca y desordenada como yo. Que te escribo y te pinto mejor de lo que te quiero. Que para dispararte antes te he pensado y para observarte antes he tenido que matar a mi orgullo. 
Porque no quiero que dejes huella por dentro. Son difíciles de eliminar. Solo déjame pensarte para poder teclearte de una manera suicida y que con este texto te vayas a mi subconsciencia y llegues a convertirte en una pesadilla que se desvanecerá con el tiempo.


Entonces te releo y vuelvo a disparar. Porque quiero matarte aunque me cueste la vida, los dientes o el corazón.


La mente me traiciona. Quiero darte muerte y acabo reviviéndote.
Que me muerdo las uñas por no morderte el labio; para que no me riñas por llegar a la conclusión de que te estoy matando.
Que me inspiro mejor si estoy desnuda frente al espejo e imagino que pintas en mí una canción.
Que me siento en un banco a escribir y solo me acuerdo de lo poco que me importa la realidad cuando te hago poema. Que te guardo en papel por si alguna vez decides marcharte sin avisar; para poder recordarte de una manera platónica y no cobarde.


Que no sé de quién hablo y que a lo mejor solo pienso en una versión de mi yo.
Pero yo digo que tu me matas y que necesito pegarte un tiro. Que caminar y pensar en ti o leer e imaginar que tu eres el príncipe me hace más daño que querer matarte y acabar dándote el protagonismo.

Algunos dicen que uso mal mi pistola; que no quiero decir arma sino alma. Otros dicen que confundo disparar con teclear y que el negro de mi teclado se parece mucho más a mis pensamientos que a un simple color. 
Soy más difícil que querer acertar de pleno en una diana con los ojos vendados.
Acertarás si escapas.

No agotes mi paciencia si no quieres ver cómo agoto tu vida. Por eso te recomiendo que respires hondo y huyas. Huye antes de que te estrangule. 
Aprieto el gatillo y grito miau. Porque soy presumida; porque me gusta mear donde me venga en gana y no en la arena de un hombre artificial; porque me gusta arañarte y mi independencia; porque no te necesito sino que me deseo a mí sin ti.

Me da mucho asco lo que hay en mi cabeza. Sobre todo porque reinas tú y no yo. Por eso he decidido dispararte con la mejor arma que poseo y dejarte morir para poder vivir yo. 

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