Me
prometí a mí mismo conquistarte. Llegar a ti aunque tuviera que
escalar montañas o bajar al abismo.
Me
prometí estar ahí cuando nadie se atreviera a tener paciencia
contigo: las hormonas revoloteadas o incluso la infidelidad de otro
hombre, no me iba a rendir.
Me
prometí cuidarte y protegerte cuando lo necesitaras aunque no
supieras cuánto amor derrochaba por ti. Estar a tu lado placaba toda
mi frustración.
Me
prometí apretar los dientes y llorar en silencio cuando me
presentaras al novio de turno, intentando hacer el papel de mi vida,
sin que tú te quisieras darte cuenta de cuánto dolía esa escena.
Me
prometía amarme sin dejar de amarte a ti. Hasta que decidiste
casarte con cualquiera. Con el de turno.
No
fui a tu boda. Estaba de más al que tú habías hecho de menos.