La
chica no supo cómo acabó en ese lugar, pero ahí estaba, en esa
sola y fría noche; tal y como ella se sentía.
—Espero
que mi presencia no te moleste. —dijo una voz áspera y ronca
detrás de ella. La chica giró y vio a una mujer entrada en –muchos–
años, con arrugas alrededor de los ojos y boca y con un lunar encima
de la ceja derecha. La anciana cogió de su bolsillo una cajetilla de
cigarrilos y sacó uno, llevándoselo a la boca y encendiéndolo,
mientras posaba, relajada, sus arrugados brazos en la barra del
balcón. La chica no sabía qué decir en ocasiones así. No había
un manual de instrucciones para eso. Le recordó al amor... ojalá
hubiera manuales para tratar el amor y los sentimientos que este
incita.
—¿Qué
te trae hasta aquí? Hace mucho que no tenía compañía...—dijo la
adicta al no recibir de la chica ni una sola palabra. La chica se
encogió de hombros y dijo:
—Bueno...
es... difícil de explicar...
—Inténtalo.
—le animó la anciana mientras intentaba sonreír, no obstante,
solo consiguió un mohín.
—Es
sobre el amor... —la adicta rio y asintió—. Es una mierda. ¿Cómo
es posible sentir tanto por una persona que nos hace daño y aún así
seguir queriéndola igual?
—Hay
cosas inexplicables. Sentimientos que nos llevan a hacer locuras que
nuestra razón de por sí no haría. El amor es un sentimiento
difícil de controlar, a veces mata y otras revive. Es una enfermedad
en la que todos caemos, nos guste o no.
—Prefiero
la gripe. —bufó la joven. La anciana se estaba divirtiendo mucho.
Veía en la chica a una persona carismática, sincera y, para ella,
con sentido del humor.
—Además
—prosiguió la chica—, hay cosas del amor que no entiendo. Como
por ejemplo, tener que soportar las vicisitudes que el otro nos pone
como tropiezo... o ¿acaso no hay veces en lo que tenemos que
declinar porque nuestro acompañante no quiere hacer algunas cosas
que nos gusta?
—Pero
el querido también declinará. En eso consiste estar con alguien, en
soportar todas su cargas y viceversa. En saber que si te caes,
alguien te recogerá aunque tenga que bajar a los oscuros abismos.
Eso es lo bonito de el amor, ¿no crees? —dijo la anciana. La chica
se quedó pensando, intentando contraargumentar lo que la adicta le
decía, pero no tenía excusa. La anciana decía verdad y ella
tendría que aceptarla.
—Otras
de las cosas que me repugnan —continuó la chica—, es el perdón.
Perdonamos cualquier cosa que la otra persona nos haga. A veces,
incluso, esa acción no tiene perdón... pero somos tan imbéciles
que pensamos que cambiará, que la piedra con la que se ha tropezado
será eliminada por arte de magia. La piedra no desaparecerá si
nadie la quita de ahí y para eso hace falta cambiar. Pero
las personas no cambian. Lo hará otra vez tarde o temprano y ella se
enfadará otra vez y él le dedicará una canción o un poema y ella,
ilusa, lo perdonará de nuevo. Hasta que estalle de verdad. —la
chica calló, sus pensamientos habían llegado a un extremo que
incluso dolía.
—Querida
—dijo la adicta mientras le daba la última calada a su
cigarrillo—, todos tenemos manías y defectos. No se nos puede
cambiar tan fácilmente. Somos humanos y debes tener en cuenta,
cuando te enamoras, que la otra persona tiene defectos y virtudes;
como tú y yo. Y debes saber convivir con ellos. Es cierto que hay
veces que tenemos que declinar, pero llegados a una edad, es difícil
cambiar. Y bueno... las chicas, cuando nos enamoramos, creemos que
vamos a ser correspondida de la misma manera, a recibir lo que
nosotras daríamos: la vida y que nuestro querido sería capaz de
hacer todo lo que nosotras seríamos capaces de hacer. —dijo la
anciana, la chica se quedó pensando hasta que decició sacar otro
tema:
—Bueno,
no te quito la razón. Pero hay algo de nosotros que no me gusta: los
celos —la adicta se encaró a la chica, para ver su expresión de
indignación—. Los celos no son buenos. Hacen que las personas
estén controlando a otras cuando somos libres de hacer lo que
queramos. Además, hay veces que se le debe dar millones de
explicaciones a la pareja cuando este no da ninguna. Eso no es nada
justo.
—Los
chicos son controladores. Les gusta saber que tienen una posesión:
la mujer. Pero las chicas también somos controladoras, aunque claro,
generalizar no es bueno. No todos los hombres son controladores, pero
tampoco todas las mujeres. Así que...
—No
defiendas lo indefendible —contraatacó la chica—. Los celos
llevados a límites incontrolables son malos; hacen daño.
—En
el amor, todo vale y todo duele joven. Pero para eso que tanto odias,
existe la confianza. —la chica se quedó callada, pensando en cómo
la mujer a su edad defendía un sentimiento efímero,
cambia-conductas y a veces no-correspondido.
—¿Por qué... por... —tartamudeó la chica— ¿Por qué defiendes al amor? ¿Acaso no te ha hecho daño? —preguntó en un tono despectivo e indignante.
—Oh, sí querida, no sabes cuánto. Pero cuando amamos... —suspiró la adicta— Cuando amamos la vida es más fácil. Sabes que puedes contar con esa persona, que puedes hablarle de tus miedos sin ser juzgada. Reír y no saber ni por qué hacerlo simplemente porque con esa persona todo parece la vida menos problemática y dura. Y solo piensas en no perder lo que tanto te da la felicidad. —la chica dio un paso atrás y la mujer aprovechó para sacarse otro cigarrillo.
—¿Por qué... por... —tartamudeó la chica— ¿Por qué defiendes al amor? ¿Acaso no te ha hecho daño? —preguntó en un tono despectivo e indignante.
—Oh, sí querida, no sabes cuánto. Pero cuando amamos... —suspiró la adicta— Cuando amamos la vida es más fácil. Sabes que puedes contar con esa persona, que puedes hablarle de tus miedos sin ser juzgada. Reír y no saber ni por qué hacerlo simplemente porque con esa persona todo parece la vida menos problemática y dura. Y solo piensas en no perder lo que tanto te da la felicidad. —la chica dio un paso atrás y la mujer aprovechó para sacarse otro cigarrillo.
—Qué
bonito lo pintas. Pero no siempre es así. El amor es sufrido, el
amor a veces engaña...
—No, el amor no engaña. Nosotros pensamos, suponemos, que el amor es de una forma pero eso no significa que sea así. El amor no es un cuento de hadas y eso es algo que debes aprender a medida que vayas creciendo y madurando. Es verdad, el amor no todo es bonito; pero tampoco es amor cuando una pareja deja de excitarse cayendo en la rutina o cuando el hombre o mujer le es infiel a la otra persona. Eso no es amor. —dijo mientras chocaba un cigarrillo contra el suelo.
—No, el amor no engaña. Nosotros pensamos, suponemos, que el amor es de una forma pero eso no significa que sea así. El amor no es un cuento de hadas y eso es algo que debes aprender a medida que vayas creciendo y madurando. Es verdad, el amor no todo es bonito; pero tampoco es amor cuando una pareja deja de excitarse cayendo en la rutina o cuando el hombre o mujer le es infiel a la otra persona. Eso no es amor. —dijo mientras chocaba un cigarrillo contra el suelo.
—¿Cómo
definirías a eso? —preguntó la chica.
—Un
error. Todos comentemos errores, querida, y todos debemos aprender de
ellos.
—¿Me estás queriendo decir que... perdonarías una infidelidad? —exclamó la chica, indignada por lo que la vieja adicta decía—. Si hay cuernos de por medio es que no hay amor —prosiguió la chica—. El amor no engaña, ¿no?
—Cierto,
pero la carne sí. Pienso que cuando hay errores de este tipo es
porque falta comunicación. —objetó la adicta.
—Comunicación...
La adicta asintió. Se sacó otro cigarro e hizo ademán de irse. La chica al darse cuenta, le agarró el brazo.
—¿Dónde va, señora? Quiero seguir aprendiendo qué es el amor...
—Mira
niña, está claro qué te ha pasado, pero no tienes el valor de
hablar con el chico y decirle lo que piensas. Ya te lo he dicho: a
falta de comunicación, buenos son los cuernos —la adicta se quedó
pensando en lo que había dicho—. Bueno, no me hagas mucho caso.
Vas a sufrir por amor, querida, pero eso es lo más bonito por lo que
vas a sufrir. No desperdicies la oportunidad de enamorarte cada vez
que quieras y puedas; del mismo hombre o de uno diferente. Vive,
enamórate y fuma mucho. Buenas noches.
La chica se quedó mirando, pensativa, por donde la adicta se había ido... pensando en sus palabras. «Loca y rara mujer», pensó.